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jueves, 10 de mayo de 2018

La Habana antes de Fidel (II y final)


Actualmente, cuando gran parte de las casas y edificios de La Habana, y de muchas otras ciudades, materialmente se están cayendo por falta de mantenimiento, y el déficit habitacional es pavoroso, Castro sigue ordenando: round up the usual suspects: “75.4% del fondo habitacional se construyó después de 1959; 84% de los cubanos son propietarios de su vivienda (aunque no la pueden vender); 2 millones 200 mil personas pagaban alquiler antes de 1959, por un monto de hasta 50% de los ingresos familiares” (Reforma, 07/6/2010). Son tres afirmaciones falsas.

Si el 75.4% de las viviendas en Cuba se construyeron después de 1959 y actualmente sufren una pavorosa carencia, significa que el castrismo las dejó de construir y de dar mantenimiento. Además, si fuera cierto el dicho oficial, en 1958 millones de cubanos tendrían que haber vivido en las banquetas. “El 84% de cubanos son propietarios de su vivienda.” Es una declaración cínica: el castrismo festina el regalo a terceros de propiedades que no eran suyas. Pero había que llenar la Plaza de la Revolución, que construyó Batista.

Según Castro, en 1959 más de dos millones de personas pagaban de renta “hasta el 50% del ingreso familiar”. Es totalmente falso. En el Censo de 1953 están los datos, actualizados en 1957 por el Instituto Nacional de Reforma Económica: ese año, el sector que pagaba el porcentaje más alto de renta era el de 'ingreso extraordinario', como lo llama el documento: pagaban el 17.3% de su ingreso total. El segmento de la población de 'escasos recursos' pagaba de renta el 11.7% de su ingreso total; el sector medio, 15.5%. Gracias a una ley de 1952, con antecedentes en los años 40, que obligó al Buró Nacional de Economía a limitar el costo de los arrendamientos inclusive por abajo del costo de la vida.

Ahora respondamos, con datos del mismo Censo de 1953, esta pregunta: ¿todos vivían bajo techo? En 1953, el total de apartamentos y casas-habitación en Cuba era de 1,250,641 y vivía un promedio de 4.62 personas por casa; en La Habana el índice era de 3.8. Una simple operación aritmética nos indica que en ese momento vivían bajo techo 5,265,198 personas, casi la totalidad de la población, que era de 5,829,000. Pero hace falta llegar a 1958: de 1955 a 1958 (no se incluye el año 1954 por falta de datos), únicamente en La Habana se construyeron, 1,425,820 metros cuadrados de viviendas. Por supuesto, no había aún suficientes viviendas de las hoy llamadas 'de interés social', que hacían falta, y la demanda principal provenía de las clases media y alta. Pero el déficit habitacional no era, ni con mucho, un problema nacional; y lo que había no se estaba cayendo. No existían en las ciudades cubanas las hoy llamadas favelas, barriadas marginales. (Todos los datos posteriores a 1953, que desde luego no contiene el Censo, provienen del Colegio de Arquitectos de La Habana, recopilados en A study on Cuba).

Las cifras socioeconómicas de los años 50 para Cuba, frente a la guerra política y violenta contra Batista, y terrorista, que sufrió la población desde 1953 en diferentes frentes y medidas, promovida por diversos grupos, incluido el ejército y los partidos políticos, plantean una paradoja: Cuba era un país democrático con un nivel y calidad de vida muy superior a casi todos los países de Latinoamérica. La crisis era política y no se solucionó en ese terreno. Cuba no era el paraíso terrenal en 1958, por supuesto que no. Había corrupción, desigualdad, discriminación, prostitución. Eso no ha cambiado, y se agravó con Castro.

Entonces había gente pobre: hoy todos los cubanos son pobres. El desempleo en 1958 era del 11.8%, alto frente a países desarrollados como Alemania (10.2%), Dinamarca (8.7%) o Estados Unidos (5.0%). No obstante, los números para Cuba en casi todos los rubros de la socioeconomía eran superiores frente a Latinoamérica. No fue una crisis socioeconómica lo que alteró el orden social, fue el rompimiento del orden constitucional y democrático.

Cuba estrenó una Constitución política en 1940 (que otorgó el voto a la mujer, seguridad social para los trabajadores y estableció en ocho años la educación mínima obligatoria) y vivió democráticamente hasta 1952, cuando Fulgencio Batista, entonces aspirante por segunda vez, no consecutiva, a la presidencia de la república, prefirió dar un golpe de Estado, con el apoyo del ejército, meses antes de que el presidente Prío Socarrás terminara su gestión. Fidel Castro competía entonces para diputado por el Partido del Pueblo Cubano (autodenominados Ortodoxos) quien buscó, personalmente, una alianza con Batista. Afirman los autores de A study on Cuba: “El gobierno de Prío Socarrás (1948-1952) se caracterizó, igual que el anterior, por su respeto a las libertades públicas, aunque tuvo una excesiva tolerancia que creó una crisis de autoridad.” Esto último fue el pretexto de Batista para romper el orden constitucional.

El caso de Cuba contradice por completo la funesta tradición violenta de ciertas revoluciones que justifican sus acciones sangrientas con la desigualdad socioeconómica y la tiranía del gobernante en turno. En Cuba, en 1959, un tirano encabezaba el gobierno, es cierto, pero Cuba era uno de los países más ricos de Latinoamérica que vivió de 1940 a 1952 en plena democracia. De aquel año, hasta 1958, sin merma de la productividad y la libertad de expresión, la crisis política se fue agravando hasta que la oposición (con ayuda de la prensa más influyente) logró el estallido social que acabó con todo. En primer término con la democracia.

¿Qué logró enajenar a los opositores a Batista y optar, en amplios y diversos sectores sociales y políticos, por la vía violenta para resolver un problema democrático, pese a que en 1956 se realizó una importante cumbre entre la oposición y el gobierno para encontrar una salida democrática? La miopía de los actores y partidos políticos que no fueron capaces de abandonar sus posiciones particulares a favor de Cuba, fue quizá el factor principal. Miguel Ángel Quevedo, dueño de la revista Bohemia, sin duda el medio impreso más influyente en la sociedad cubana de la época, afirma que aquel llamado Diálogo Cívico de 1956 fracasó gracias a los infiltrados de Fidel Castro en el Partido Socialista Popular, que 'reventaron' el diálogo. Como haya sido, el hecho es que fracasó, y por allí escapó para Cuba la oportunidad de continuar el impresionante desarrollo socioeconómico y democrático que sostenía desde los años 40.

La responsabilidad histórica recae otra vez en sus dirigentes políticos, quienes, una vez derrocado Batista, fueron incapaces de retomar el gobierno y reorientar la vida de la sociedad cubana por la vía democrática. Castro se adelantó a todos y por la vía del terror totalitario hizo lo que ya sabemos. Pese a que el apoyo de la sociedad al PSP (los comunistas) fue, históricamente, insignificante. Pero fueron ellos quienes se hicieron del poder y lo demás es historia: de siete a diez mil fusilamientos en los primeros diez años; unos treinta y cinco mil presos políticos han pasado por las cárceles y los campos de concentración, o Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP).

La primera medida que tomaron en 1959 fue cancelar la autonomía universitaria. Revisemos, para terminar, cuál era la condición de la prensa en Cuba en 1959, el apoyo que ofreció Bohemia a la propuesta violenta de Fidel Castro y la suerte que corrió su dueño.

En Cuba, en 1958, se publicaban 58 periódicos y, aunque el tiraje total era superado por Argentina y Brasil (Cuba ocupaba el tercer sitio), el número de ejemplares impresos por cada mil habitantes (129) solo era superado por Argentina y Uruguay (180). Más de medio siglo después en realidad soólo circula el Granma, vocero del Partido Comunista y de los gobernantes, cuyo contenido repiten obsesivamente los deplorables medios electrónicos. La revista Bohemia, fundada en 1908, tiró el 6 de febrero de 1958 503,000 ejemplares, cifra que hasta hoy jamás ha alcanzado en México, ni creemos que alcance en los próximos años, y quizá en toda Latinoamérica, ningún medio de comunicación impreso.

Hemos tenido en nuestras manos un ejemplar de esta edición histórica: destinaron a la circulación internacional 103,000 ejemplares. En los años 50, la revista Bohemia se vendía semanalmente en pueblos de México tan alejados del centro como Tapachula -la distribuía el padre del escritor Marco Aurelio Carballo. Se afirma que Bohemia tiró la segunda semana de enero de 1959 un millón de ejemplares -aunque no hemos localizado ninguno-, una cifra que, en tal caso, está solo en las alucinaciones editoriales de cualquier revista hispanoamericana. Es ampliamente demostrable con los ejemplares anteriores a esa fecha que su dueño, Miguel Ángel Quevedo, apoyaba abiertamente, sin reservas ni censura, a la oposición y a Fidel Castro: le hacían reportajes en la Sierra Maestra, publicaban noticias sobre el Movimiento 26 de Julio, le dedicaban editoriales.

En el número del 9 de marzo de 1958 publicaron un amplio reportaje sobre Fidel Castro que titularon “Misión Sierra Maestra”, que escribió Enrique Meneses Jr. Esto solo pudo suceder en una sociedad democrática y culta. Batista fue un sátrapa irresponsable que rompió en 1952 el orden constitucional, establecido desde 1940, pero nunca se propuso aniquilar la libertad de prensa y las libertades individuales. 1957 es el año de mayor crecimiento económico en la historia de Cuba. Luego del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, Batista convocó a elecciones, las cuales se realizaron dos años después, y él ganó. De hecho, terminó su gestión en 1958 y, de no escapar, habría entregado el poder a principios de 59, a uno de los suyos. Como hizo Fidel con su hermano Raúl en 2008, aunque en ese caso sin elecciones. Por irregulares que hayan sido, hubo elecciones en 1958, y Batista no fue candidato.

Cuando Castro se hizo del poder, el dueño de la revista Bohemia, Miguel Ángel Quevedo, todavía creía (como millones de cubanos) que Fidel Castro restablecería y respetaría el orden constitucional y la democracia, como lo había prometido reiteradamente. Castro engañó a todos. Cinco meses después, Quevedo recibió a cambio de su apoyo la expropiación de la revista Bohemia y sus talleres. Miguel Ángel Quevedo se exilió en Venezuela y se suicidó en 1969. Agobiado por los remordimientos de su trabajo periodístico, que ayudó mucho a la llegada de Castro al poder, antes de suicidarse escribió una carta de despedida a su amigo y colega Ernesto Montaner:

"Sé que después de muerto llevarán sobre mi tumba montañas de inculpaciones. Querrán presentarme como 'el único culpable' de la desgracia de Cuba. Y no niego mis errores ni mi culpabilidad (pero) culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores, arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de aplausos que, por satisfacer el morbo infecundo y brutal de la multitud, por sentirse halagados por la aprobación de la plebe, vestían el odioso uniforme que no se quitaban nunca.

"No importa quién fuera el presidente. Ni las cosas buenas que estuviese realizando a favor de Cuba. Había que atacarlos, y había que destruirlos. El mismo pueblo que los elegía, pedía a gritos sus cabezas en la plaza pública. Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Los periodistas que conociendo la hoja de Fidel, su participación en el Bogotazo Comunista, el asesinato de Manolo Castro y su conducta gangsteril en la Universidad de la Habana, pedíamos una amnistía para él y sus cómplices en el asalto al Cuartel Moncada, cuando se encontraba en prisión.

"Aquella calle contaminada por el odio que aplaudió a Bohemia cuando inventó 'los veinte mil muertos' (que supuestamente había asesinado Batista). Invención diabólica del dipsómano Enriquito de la Osa (a la sazón director de la revista), que sabía que Bohemia era un eco de la calle, pero que también la calle se hacía eco de lo que publicaba Bohemia.

"Ojalá mi muerte sea fecunda. Y obligue a la meditación. Para que los que pueden aprendan la lección. Y los periódicos y los periodistas no vuelvan a decir jamás lo que las turbas incultas y desenfrenadas quieran que ellos digan. Para que la prensa no sea más un eco de la calle, sino un faro de orientación para esa propia calle (...) Para que los anunciantes no llenen de poderío con sus anuncios a publicaciones tendenciosas, sembradoras de odio y de infamia (...) Dile a todos mis compatriotas que yo perdono con los brazos en cruz sobre mi pecho, para que me perdonen todo el mal que he hecho. En el ya lejano 1958, la belleza arquitectónica de La Habana, con su malecón junto al azul turquesa del mar Caribe la hacía, acaso con Buenos Aires, la ciudad más bella de Latinoamérica: “Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora/ campos de soledad, mustio collado,/ fueron un tiempo Itálica famosa...”

Víctor Manuel Camposeco
Letras Libres, 31 de enero de 2011.

Agradecemos al staff de la Cuban Heritage Collection de la Universidad de Miami su apoyo para nuestra investigación.

Nota bibliográfica

Todos los datos estadísticos y las cifras cuya fuente no se señala en el texto provienen del Anuario Estadístico de Cuba (1956); del Censo de 1953; de América en cifras (Unión Panamericana/Instituto Interamericano de Estadística, Washington, D.C., 1960); de A study on Cuba (Cuban Economic Research Project/University of Miami, 1965); y de Cuba: a handbook of historical statistics, de Susan Schroeder (G. K. Hall & Co., 1982). Como también de los artículos: “More on the statistical comparison of Cuban socioeconomic development”, de Jorge Luis Romeu (Institute for Cuban & Cuban-American Studies of the University of Miami, 1995); “Análisis socioeconómico de la situación cubana”, de Manuel Sánchez Herrero y Arnaldo Ramos Lauzurique (La Habana, Instituto de Economistas Independientes, 1998); “Desempeño y estructura de las ventas agrícolas estadounidenses a Cuba”, de Mario A. González Corzo (Facultad de Economía de la Universidad de Nueva York, 2009); y “Renaissance and decay: a comparison of socioeconomic indicators in pre-Castro and current-day Cuba”, de Kirby Smith y Hugo Llorens (Institute for Cuban & Cuban-American Studies, University of Miami, 1998).


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