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jueves, 7 de septiembre de 2017

Isaura Mendoza, una actriz sin pelos en la lengua (II y final)



Le recuerdo el triste incidente que ocurrió en 1980, en el Festival de Teatro de La Habana, cuando ella participó en cinco obras: Andoba, Valentín y Valentina, La panadería, El carrillón del Kremlin y Calixta Comité. Pese a que todos lo daban por seguro, Isaura Mendoza fue ignorada en los premios.

“No me dieron ni una mención. Esa noche, cuando salí del teatro me dije: Me voy de este país. Esto no sirve para nada. En eso ocurrió que este hijo mío con el que vivo trató de salir clandestino, lo agarraron en alta mar y me lo metieron en la cárcel. Pasé una, que no me quiero ni acordar. Un día Lilliam Llerena, que iba a empezar a dirigir una obra en la que yo haría un personaje, mandó a que el fotógrafo me tomara unas fotos y que cuando terminara, la fuera a ver porque necesitaba hablar conmigo. Nada más llegar me preguntó: Isaura, ¿tú te vas del país? No, le respondí. Resulta que del grupo habían ido a mi CDR y allí le habían dicho que yo había firmado un poder a mi hijo para que saliera, durante el éxodo por el Mariel en 1980. Como recordarás, cuando aquello Fidel mandó a todos los presos para acá, para Miami. A mi hijo lo sacaron de la cárcel y me lo metieron en un barco. Como él era menor, yo tuve que firmar el poder para que saliera, porque si no, le echaban cuatro años más.

“En lugar de llamarme y haberme preguntado: Isaura, ¿qué está pasando? esas personas se dedicaron a chismear sobre mí en el grupo. Entonces íbamos a salir de vacaciones y antes iba a haber una asamblea. Ah, olvidé decirte que el día que hablé con Lilliam tuvimos una discusión. Le dije: Para mí, mis hijos están por encima de todo. Y si ese que se fue me necesita y me llama, me voy. Pues eso lo voy a decir en la asamblea, me amenazó ella.

“El día antes de la asamblea, tuve un ensayo con Luis Alberto García. Hice mi ensayo sin problemas, pues me sabía bien la letra. Pero empecé a sentirme mal. Me voy para la casa, en eso llegó mi hijo y le pedí que me llevara al hospital Fajardo. Era tarde, como las doce de la noche. Cuando llegué al Fajardo, me tomaron la presión y se armó un corre-corre, pues la tenía en 120 con 130. Como había trabajado tanto con las cinco obras con que fui al Festival de Teatro de La Habana en 1980, tuve una isquemia coronaria y no le di importancia. El médico que me vio me dio tres días de descanso. Pero las cosas cuando van a pasar… ¿Sabes tú lo que pasó? Que se me olvidó ponerle el cuño al certificado.

“Al otro día todavía me sentía mal. Le pedí a mi hijo que fuera al grupo, explicara que yo tenía tres días de reposo y que no podía ir a la asamblea. Todo esto sin tener la menor idea de lo que estaba pasando. Cuando mi hijo entregó ese certificado sin cuño, ¿qué dijeron? En lugar de haber ido al Fajardo y de haber averiguado, dijeron que yo lo había falsificado. Después supe todo lo que dijeron sobre mí en la asamblea. Como no tenían qué decir, sacaron boberías, que en otra asamblea yo no había aplaudido y cosas así. Una vestuarista, que aparte de ser la que me vestía, era amiga mía, ese día se excusó que se sentía mal y no fue. Me llamó por teléfono y me contó: 'Isaura, firmaron un documento diciendo que se negaban a trabajar contigo por tus problemas políticos. La única que no firmó fui yo. ¿Y qué vas a hacer tú en un grupo de teatro donde nadie quiere trabajar contigo? Te tienes que ir, porque no vas a trabajar haciendo monólogos nada más'. En definitiva me hicieron un favor.

“Eso fue un sábado. El lunes el jefe de personal fue a mi casa. Me dijo que habían ido al Fajardo y que, efectivamente, allí me habían atendido. Me preguntó si no me gustaría irme para el grupo de Tito Junco, el Teatro de Arte Popular. Tito Junco me había pedido prestada para que hiciera Calixta Comité. A mí no me interesa irme para ningún otro grupo, le contesté. Quiero seguir en el que estoy. Pero como allí no me quieren, me quedaré en mi casa. La renuncia fue por traidora a la patria, así decía el papel. Tras eso, nunca me topé con nadie del grupo en la calle. Al que sí me encontré fue a Samuel Claxton. Viniendo yo por Línea a coger L, venía él por L para doblar en Línea. Cuando me vio, viró la cara para no saludarme. A mí aquello me dolió mucho. Lo hubiera esperado de cualquiera, pero no de él, porque éramos muy amigos. A Elvira Enríquez me la encontré años después aquí en Miami, en un casting en el Teatro Bellas Artes. Tenía ganas de abofetearla, porque fue una de las que más basura habló de mí. Le dije: 'Ven acá, Elvira, ¿por qué tuviste que decir todas esas cosas en contra mía?' Ella trató de justificarse: 'No, Isaura, las cosas no fueron como te han contado'.

“Mi hijo mayor estaba en Estados Unidos desde 1968, y me reclamó. Eso fue a finales del 80 y hasta el 83 no pude salir. Conocía Estados Unidos, había vivido aquí antes y sabía que iba a ser muy difícil trabajar como actriz. Al llegar, no vine para Miami, sino que fui a Houston. Y en Houston no había nada en lo que yo pudiera trabajar. Hay algo que no conté y es que en el Teatro Político Bertolt Brecht se empezó a ensayar una versión de Hamlet. Mario Balmaseda era el protagonista y yo iba a hacer la madre. Pues después de haberse montado y de estar la escenografía y el vestuario ya terminados, el que era en ese momento director de Teatro y Danza decidió que la obra no se podía estrenar. Vio un ensayo y dijo: No, esta obra no se puede estrenar. Si no se ha puesto el original de Shakespeare, no puede presentarse una versión.

"Pero hay un dicho que dice que lo que está para ti no hay quien te lo quite. Estoy yo en Houston y un día una amiga peruana con la que aún sigo en contacto, oyó por radio que buscaban actores para una obra. Me llamó enseguida para avisarme. Mi hijo estaba conmigo y me llevó al casting. Entonces yo tenía todas mis fotos en un scrapbook y lo llevé. Cuando el director vio las fotos, me dijo: Usted no tiene que hacer casting. Usted va a ser la mamá de Hamlet. Iba a montar Hamlet en una versión azteca. Yo quisiera que tú hubieras visto aquello. Salía caracterizada de india y con los pies descalzos. ¿Qué te parece? En Houston trabajé en esa obra y después en un par de grabaciones. Eso fue todo lo que pude hacer allí.

“En eso mi hijo vino para Miami y empezó a insistirme que viniera para acá. Y vine para Miami. Ya te conté que, gracias a la recomendación de Carlos Bermúdez, pude actuar en Filomena Marturano. He trabajado también con directores como Rolando Moreno y Alberto Sarraín. Volví a hacer Las impuras, que en Cuba había hecho con Dumé. Y en Recuerdos de Tulipa interpreté a la mujer barbuda. Con la Sociedad Pro-Arte Grateli hice Cecilia Valdés, Lola Cruz y María la O.

Le pregunto si ha actuado en otros medios, como el cine. “Actué en De cierta manera, donde hice la mamá de la protagonista. A Sarita Gómez la cargué cuando era pequeñita, porque su papá era hermano de Rolando Gómez, un novio que yo tuve cuando era muy joven. Había puesto voces a algunos documentales de Sarita, y cuando ella iba a dirigir De cierta manera me llamó para ofrecerme ese papel. Era una santera, y Sarita incorporó muchos elementos religiosos. Recuerdo que se construyó un altar precioso. Desde el punto de vista folclórico, hubiera sido muy bueno que todo aquello se conservara. En el ICAIC decidieron que esas escenas había que eliminarlas, a lo cual Sarita se opuso. Pero ella murió antes de terminar la película, y cuando se estrenó, esas escenas las habían cortado. También me dieron un pequeño papel en Lucía y trabajé en la adaptación de El robo del cochino. En el cine no tuve mucha suerte. En una ocasión, Titón me comentó: Isaura, contigo nunca voy a poder trabajar. Cuando necesito una negra, tú no me la das y cuando necesito una mulata, tampoco. Es verdad, porque yo no doy negra ni doy mulata. A mí me han dicho que más bien parezco mora”.

De los personajes que ha interpretado, ¿cuál recuerda con más cariño?

“Recuerdo mucho la loca de El rojo y el pardo, del búlgaro Iván Radoev. Esa obra la dirigió Mario Balmaseda, quien además actuaba. Cuando se distribuyeron los papeles no había ninguno para mí. Los dos femeninos importantes eran una joven y su madre, y a Orquídea Rivero le habían dado el de la madre. Como no iba a trabajar en la obra, no fui a la lectura. Pero alguien me comentó que El rojo y el pardo era una obra buena. Cogí entonces el libreto, lo leí y me gustó el personaje de la loca. La llamo así, pero en realidad no es loca. Hablé con Mario y le dije que me interesaba hacerla. Y él me dijo: Qué bueno, porque si yo fuera actriz, ése es el papel que habría escogido. Otro personaje que me gustó interpretar fue Calixta Comité".

Finalmente le pregunto qué está haciendo ahora. “Tengo una amiga que tira las barajas. Un día me las tiró y me dijo: ¿Tú crees que acabaste ya tu carrera? Pues no, te vas a morir haciendo lo que te gusta hacer. Tengo problemas en la tiroides. Eso me ha afectado las cuerdas vocales y ya no puedo cantar ni esforzar la voz. Entonces se me ocurrió que si no puedo cantar, voy a recitar. Porque cuando era jovencita, tuve una etapa en la que recitaba. Así que he vuelto a hacerlo y me ha salido bastante bien. En la clínica donde me atienden recito. Declamo el tango Uno. He montado Los zapaticos de rosa, y cada personaje lo hago con una voz distinta. Recito también El dulce milagro, de Juana de Ibarbourou. Es una manera de volver al teatro, por el cual algunas veces siento nostalgia”.

Carlos Espinosa Domínguez
Cubaencuentro, 14 de julio de 2017.
Foto: 1967. Público para entrar Teatro Mella, en Línea entre A y B, Vedado, para ver una de las funciones de María Antonia, obra teatral de Eugenio Hernández. Tomada de Cubaencuentro.


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